Poco a nada se puede decir, de una cuarta parte, que no se haya dicho de las tres primeras. No obstante, lo voy a intentar, porque 'Misión Imposible 4', me ha sorprendido gratamente. (Ahora es cuando se escuchan los silbidos y me cae algún que otro insulto). Pues sí, como digo. Tiene todos los ingredientes de una buena película de acción: persecuciones, suspense, villanos empeñados en destruir el mundo, y, en el caso que nos ocupa, también, comedia. Agradezco la comedia, la auto parodia porque nunca me he creído los papeles que Tom Cruise hace de héroe. Un tipo que mide un metro cuarenta no es capaz de repartir estopa como lo hace, por ejemplo, Jean Claude Van Damme. ¿No?. Aunque Tom Cruise es un actorazo, le viene mejor colarse por túneles imposibles, camuflarse o escalar rascacielos.
Esta saga comenzó, para el cine, hace más de una década. Brian De Palma dirigió, al parecer con mano dura, la primera entrega, que es probablemente la mejor. Luego se pusieron tras las cámaras, John Woo y J.J. Abrahams, por mandato directo del renombrado actor, que no hizo muy buenas migas con el director de 'Los Intocables'. La de Woo fue espantosa y la de Abrahams recuperó el pulso. 'Misión Imposible 4: protocolo fantasma', supera a las dos últimas. La película, va mudando de escenarios, y el globo terráqueo entero, se convierte en el escenario por el que los personajes persiguen al malísimo de turno. Muy de cine de espías, sí, pero muy divertido también. El robo de unos códigos para activar una bomba atómica, en Estados Unidos, se convierte en el MacGuffin perfecto para ir saltando de país en país.
Es difícil, a estas alturas, sorprendernos con escenas de acción. Los guionistas de M.I:4, se han roto la cabeza y consiguen hacer verosímil, la huida de una cárcel, un robo en el Kremlin, una persecución dentro de una tormenta de arena o una pelea dentro de un garaje móvil. Les aplaudo. Aplaudo también, por descontado, los logrados efectos de sonido, de imagen y el montaje. Me pasa últimamente que, hastiado de los mismas historias de siempre, de antemano, me opongo a verlas. Que cuenten conmigo, los megalómanos ultraconservadores de Hollywood, para la siguiente. A los grandes talentos, como Abrahams, Fincher, o el del film que nos ocupa, Brad Bird, les toca hoy, por decisión administrativa, hacer remakes, secuelas o precuelas, y sin embargo, son tan buenos, tan buenos, repito, que lo hacen muy bien
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