Mientras bajaba por la calle Alcalá, el jueves gris, de camino al Círculo de Bellas Artes, recordé que allí, durante la guerra incivil, hacinaban a gente inocente, les torturaban y luego les mandaban a dar lo que la izquierda llamaba 'paseos'. Me recorrió un escalofrío y me puse nervioso. Soy algo cagón, así que, en la entrada, busqué refugio en algunos compañeros, subimos a la quinta planta del histórico edificio y esperamos, calentitos, a que diera comienzo la interesante conferencia.
En la amplia sala estaban, en primera línea, algunos de mis profesores. Fernando Cámara, David Alonso y Javier Alonso, etcétera. Detrás de mí, manejando un computador portátil, estaba sentada Marta, mi compañera del Departamento de Comunicación y a mi izquierda, frente a 'los hombres de negro', un raquítico número de estudiantes, pero con ganas de dar buena 'guerra'.
Los hombres de negro, pertrechados detrás de una mesa oblonga, en un extremo de la estancia, eran, nada menos que el autor de la novela 'Invasor', y premio Nadal, Don Fernando Marías; el productor de la peli, Pedro Uriol; Javier Gullón, el guionista encargado de la adaptación, y un moderador, David G. Panadero, hombre de la casa (Cev), estudiado y bonachón, que no paró de lanzar preguntas difíciles, de poso y peso, a sus compañeros de reparto. También, Panadero, en el segundo acto, arbitró el turno de palabra, la de 'los gremlins', nosotros, que nos sumamos en orden al coloquio.
Me sirvió éste para reafirmar cosas que sospechaba, por un lado, y por otro, para aprender otras nuevas. Me reafirmé, escuchando a Pedro Uriol, en que el dinero arriesga poco, y por eso compran los derechos de novelas premiadas. Me reafirmé en la idea, escuchando a Javier Gullón, hablar de su periplo como guionista, de que soy idiota, y que debía haber luchado con más fuerza por lo que siempre soñé. Aprendí, del maestro Marías, como debo tratar a un personaje, como debo enfrentarme a una hoja en blanco, o el interrogante que plantea, cercano al misterio, la llamada en tí del arte con mayúsculas. Aprendí en general, de todos ellos, lo difícil y apasionante y generoso que llega ser un oficio con vocación; oficio que, tal vez, muy pronto, amiguitos, sea también el vuestro. Acabó, bajé hasta Cibeles, tomé el bus y suspiré, ay.
Jorge Arellano
Alumno del Curso de Dirección de Cine
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