Amiguitos, hace unos años nos quedamos con Frodo, sucumbiendo ante un anillo que, pasando de mano en mano, corrompía el alma de todos cuanto trataban de poseerlo. No obstante, la fortuna, amiga de los valientes, devolvía el esplendor y la esperanza a la azotada Tierra Media. Pero hay un antes: y de eso justamente trata 'El Hobbit', la precuela.
Tolkien dedicó su vida entera a construir un universo propio. Lo llenó de duendes, de hadas, de reyes, doncellas, magos, o trasgos. Sacados, la mayoría, de algunos de los cuentos más fabulosos nunca jamás escritos. Entrar en su mundo es poblarlo, pues sin nuestra disposición a la maravilloso, aquellas criaturas fantásticas no existirían. Convertirte en héroe, en dos horas, con Bilbo, el protagonista, no tiene precio; quizá por eso nos olvidamos de él, y pagamos 2, 3, y 7 veces.
Un autor de leyenda, un libro de leyenda, merece también una producción legendaria. No se puede llegar más lejos, por el momento, en el apartado de efectos especiales, tanto de imagen como de sonido. Su diseño de producción, sus localizaciones, su vestuario o su banda sonora, aunque de sobra conocidos, sigue poniéndonos a los espectadores, la carne de gallina. Y de eso mismo trata un poco esta historia; de si somos o no unos gallinas. Los héroes tardan en reaccionar, viven cómodos en sus vidas corrientes... Hasta que algo o alguien, despierta en ellos su condición guerrera.
Entonces se enfrentan a Orkos, araÑas GiGantes, espíritus malignos; a la misma Sombra, un Sauron, cuna de estas monstruosidades ignominadas, que se extiende como un manto oscuro y ponzoñoso sobre todo aquello que aman. Conocen la amistad, la compasión, la dureza de la superación; el miedo, la ansiedad, el dolor de la pérdida o la muerte.
Y cuando consiguen superar todas esas pruebas tremendas, que el Azar o el Destino, como queráis, les han puesto delante, regresan, libres, llenos, aplaudidos, Frodo, Sam, Bilbo, a sus hogares. Y no, nunca, nunca volverán a ser los mismos. Peter Jackson vuelve a dirigir y coadaptar esta odisea, legada por la pluma del Maestro. No hay que perdérsela.
Jorge Arellano
Alumno del curso de Dirección de Cine
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