Martin Scorsese estaba muy malito. Su vida carecía de sentido. Postrado en cama, absorbido por el agujero negro del exceso, se debatía entre la vida y la muerte. Su gran amigo Robert de Niro, le visitaba con frecuencia, y, en una de aquellas visitas, en lugar de flores, le regaló un guión. Un guión, 'Toro Salvaje', duro y realista, brillante. Un guión que le devolvería la ilusión y cambiaría su vida para siempre.
No es momento de hablar ahora de interpretaciones, fotografía, planificación o montaje, si no de sonido. La película obtuvo ocho nominaciones y dos Oscars. Uno para Robert de Niro, que engordó más de 20 kilos para el papel, y otro para Thelma Schoonmaker, por su espectacular montaje. No obstante, Donald O. Mitchell, Bill Nicholson, David J. Kimball y Les Lazarowitz estuvieron a punto de derrotar a todo un Imperio (Contraataca) aquella noche, con su asombrosa creación sonora. Entre otros efectos, durante los combates, añadieron rugidos de fieras, objetos que se rompen estrepitosamente, golpes de viento. Y todo esto para enfatizar la lucha titánica entre dos púgiles en el cuadrilátero. Utilizaron, ¡el silencio!, que a priori debería ser contrario a su profesión. Escuchadlo. Puede ser, en un momento de la carnicería, el sonido que más duele, el que nos haga temblar. También se pueden escuchar llantos de niños, como en el padrino. El llanto de un niño nos obliga a mirar. Aunque sepamos que a continuación va ocurrir algo horrible. Una auténtica sinfonía. Una genialidad con marca 'amigos y colaboradores' de Martin Scorsese.
Jorge Arellano
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