Producir las
películas que le gustaría ver en pantalla y escribirlas y dirigirlas no es un
buen negocio para George Clooney. Lo es para Spielberg, para Eastwood, pero no
para George Clooney. Acabo de ver en Kinépolis The Monuments Men, y me
he aburrido tanto que cuando he tenido que salir al excusado por poco me quedo
allí, escuchando el hilo musical. Todos los amigos que han colaborado con él,
Bill Murray, Matt Damon, John Goodman, Bob Balaban, Cate Blanchet (la única que
se salva del incendio) podrían haberle dicho: "George, bullshit; this is
bullshit". Pero supongo que a un amigo no le puedes decir
eso. Y mucho menos si te da trabajo. Monuments Men son casi dos horas
de tedio ininterrumpido.
Durante la segunda guerra mundial un grupo
escogido de profesores de arte, pintura, escultura, arquitectura, etc., aceptan
la misión de adentrarse en la Europa tomada por Hitler y rescatar las obras de
arte sustraídas por el ejercito nazi a la humanidad en su conjunto. Una misión
peligrosa en extremo, de consecuencias imprevisibles, basada en hechos
verídicos. Y que hubiera dado un maravilloso documental.
Quiero destacar,
sin embargo, el diseño de producción. Perfectamente podría haber estado nominado
o recibir un Óscar. Es fastuoso. Un trabajo impecable. También el vestuario.
Recreando la vestimenta de
aquella época y lugar, tan recientes en la memoria colectiva. Fantástico. Y paro
de contar. Unas veces es comedia, tímidamente; otras drama, pobre; otras
aventura, estática; y al final, nada. Ni una cosa
ni la otra ni la de más allá. Un compendio de momentos potencialmente atractivos
que el señor Clooney desperdicia con alegría. Un guionista inexperto es un
guionista inexperto, se llame como se
llame, vaya.
Jorge Arellano
Alumno de Cine del CEV
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