miércoles, 31 de octubre de 2012

"Terminator" por Jorge Arellano


Amiguitos, hoy quiero hablar de una tetralogía. Todo empezó en 1984. James Cameron, al que todos conocéis, años antes, había tenido una espantosa pesadilla. En ella, un robot, amenazante, portando un cuchillo, pretendía asesinarle. Por suerte para él (y para el resto de la humanidad), sólo fue eso, una pesadilla. De aquella nació 'TERMINATOR'.

Sin duda alguna, las mejores de la saga son las dos primeras, que escribe y dirige el propio Cameron. La estructura, en todas ellas, es prácticamente la misma. Dos monstruos viajan desde el futuro hasta nuestros días, con la intención de que la partida, la guerra entre los seres humanos y las máquinas, juegue a su favor. Uno tiene la misión de destruir, el otro, de proteger. No sorprende que Los Angeles sea el tablero sobre el que se mueven, pues ambos lo son. (Ángeles).

'TERMINATOR', es la más opresiva, donde queda patente, desde mi humilde punto de vista, la grave indefensión del  hombre ante un enemigo construido con metales pesados, como la excepcional banda sonora (Brad Fiedel). La fragilidad del la piel, del hueso quebradizo, frente al hierro, el cromo o el acero. La patética suerte de las ilusiones y sentimientos de las personas, cuando se enfrentan al frío calculo, a la hoja cortante, al destino incierto o la tecnología descontrolada.

La primera parte rezuma terror, violencia, compasión y sacrificio, entre otras emociones. En la segunda, también, pero mucho más rebajado. Cameron explora una vía, dónde una máquina puede llegar a 'humanizarse', compartiendo nuestras cuitas, nuestro conflicto, nuestra suerte. Será esto, lo más interesante de la segunda entrega, los efectos especiales, la azules de la fotografía, el montaje frenético, y ese inolvidable asesino salido del 'mordor' de los softwares, llamado T-1000, al que da vida un inspiradísimo Robert Patrick. ¡Hasta a Cameron le dio miedo mientras escribía el guión!

En la tercera, se repite el proceso. Máquina contra máquina... Y empieza a aburrir. Buscaban más sorprendernos con nuevas y más sofisticadas persecuciones, tiroteos y peleas, que dando una buena vuelta a la historia. Le ocurrió algo parecido a la saga alien, hasta que llegó 'Prometheus'. No niego que la persecución que rueda Jonathan Mostow, tras la huida de John Connor, arrasando kilómetros de plató, sea casi más espectacular que la de 'TERMINATOR 2: El Juicio Final', pero 'TERMINATOR 3: La Rebelión de las Máquinas', peca ya de redundante, y cansa ya un poco el célebre: -Volveré-.

Quizá 'TERMINATOR: Salvation' (la cuarta entrega) debía haber sido la continuación natural de la 1 y la 2. Todo lo ocurrido en la tercer capítulo podría haber sido utilizado en forma de flashbacks, bien a través de la imagen o del diálogo, como en la primera. Lo hubiéramos pillado enseguida. -Vaya, al final, tiraron las bombas-. -Esto es lo queda-. -Aquí 'empezó' todo-. Esta última, que dirige McG, sin Schwarzenegger, es sin duda, la más oscura de todas. La suerte de los seres humanos no es muy diferente a lo que les quedaba a los europeos (y ay, en especial, a los judíos), durante la ocupación nazi. Terrible. Gran parte de su estética, si os fijáis, deriva de ese género de pelis: la resistencia, sus trajes, los submarinos, las ciudades devastadas... Hasta contrataron a Michael Ironside, que en los 80 tenía un papel parecido en la serie 'V'.

Muchos futuros son posibles y esta espectacular saga, exportada desde el cerebro de James Cameron al celuloide, es uno de ellos. Saga inolvidable e imprescindible para todo buen aficionado a la ciencia-ficción. Hoy tal vez sean sólo eso, películas; mañana, no lo sabemos. Hace 50 años, no había más que unas pocas decenas de cabezas nucleares apuntando directamente al corazón de los hombres, hoy son millares; había sólo unos pocos ordenadores, lentos, pesados, que parecían armarios de guardarropa, hoy, como anticipa la visión del genio, forman una red de comunicación global, que podría  convertirse en dictadura. ¿Una paranoia desquiciada, o genial?, ¿realidad, o ficción? Lo sabremos.

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